lunes, 24 de enero de 2022

El poder del pensamiento positivo en las organizaciones

 




Algunas ventajas estratégicas indiscutibles en las organizaciones actualmente son su capacidad de adaptación al cambio, la flexibilidad y resiliencia. Todas estas capacidades aumentan en un ambiente abierto y positivo, aunque paradójicamente el “pensamiento positivo” por décadas no es algo muy bien visto en las organizaciones. Ser “positivo” en las organizaciones muchas veces es interpretado como algo “negativo”, superfluo, incluso indeseable, más aún si estamos orientados a resultados alineados al negocio, pues “no hay tiempo de ser amables”, permisivos o tolerantes, afirman algunos.

Ser positivo no es sinónimo de ser conformista o tolerante con el trabajo mediocre, sino al contrario: esta actitud obliga a un individuo a observar constantemente puntos de mejora y retroalimentarse efectivamente. Las personas con pensamiento positivo no necesariamente son felices todo el tiempo, ni ven el mundo con un tinte rosa; más bien experimentan múltiples emociones tanto positivas como negativas. Lo diferente es cómo asimilan el día a día y la óptica que tienen de la situación.

De este modo, así como encontramos personas positivas, podemos encontrar en las empresas orientaciones en su cultura que tengan este sesgo, reflejada en su actuar cotidiano, en la toma de decisiones, y principalmente en su forma de comunicarse.

Cómo generar un pensamiento positivo en la organización

Los viejos y arraigados hábitos son muy difíciles de cambiar de la noche a la mañana, pero ésta no tiene que ser una tarea imposible, debemos reconocer que nuestra tendencia natural es tratar de ser “realistas”, “esperar lo peor”, y pocas veces nos damos el tiempo para visualizar otros escenarios.

Lo primero para generar un cambio de pensamiento es querer cambiar, después planear e involucrar a la gente adecuada, para luego establecer pequeñas metas e iniciar poco a poco.

Alguno de los puntos a tomar en cuenta cuando decidimos cambiar el pensamiento positivo en nuestro equipo u organización pueden ser:

Cambiar el lenguaje: 

Todo comienza en la forma como nos comunicamos. Es la condición más rápida para permear este nuevo cambio de enfoque, por ejemplo, cambiando frases como:

“Es tu problema” por “tenemos un reto”.

“Problema” por “área de oportunidad”.

“No se puede” por “intentemos cosas diferentes”.

“Siempre nos sale mal” por “esta vez será diferente”.

Enfocarnos en nuestras fortalezas:

Enfocar nuestros esfuerzos en reconocer tanto las fortalezas del individuo como de la organización, así como enunciar y valorar lo positivo.

Buscar oportunidades de reencuadre:

Todos somos buenos en encontrar “el negrito en el arroz”, de listar todo lo que pudiera salir mal, motivos para no hacer las cosas, etc. Pero es mejor “re encuadrar” situaciones, esto es, detenernos, dar un paso atrás ante una situación, tomar perspectiva y ver todos los escenarios posibles para elegir un enfoque positivo de la realidad.

Valorar el trabajo en equipo:

Todos sabemos la importancia del trabajo en equipo, conocemos sus ventajas y lo necesario que es, pero poco hacemos para fomentar una verdadera labor conjunta.

Estrés positivo:

El estrés es causado principalmente por situaciones de incertidumbre. Es importante ver el stress como algo positivo, algo que nos mueve e impulsa. Las situaciones de estrés son inevitables en el día a día, lo que es evitable es la manera en cómo las enfrentamos.

Altos niveles de estrés y presión producen resultados de muy corto plazo y costos ocultos, así como falta de compromiso y propensión a ocultar errores.

Entre los beneficios de construir, formar y mantener organizaciones con pensamiento positivo tenemos la preparación de “tierra fértil” para motivar el cambio, ya sea provocado o necesario; mejorar dramáticamente el clima organizacional; incrementar el compromiso de los colaboradores hacia la organización y entre ellos mismos; reducir el estrés “negativo”; optar por un aprendizaje sistemático, ya que un ambiente de confianza mejora los niveles de salud general y reduce el ausentismo y la rotación de personal.

Como individuos también podremos tener un programa personal de pensamiento positivo con pequeños cambios que nos hagan sentir mejor, por ejemplo:

Iniciar buenos hábitos: 

  • Comer y dormir bien, hacer ejercicio regularmente, ser agradecido.
  • Observar tus pensamientos.
  • Mejora tu puntualidad.
  • Ten refuerzos positivos.
  • Identifica un grupo de apoyo.

Las personas positivas son creativas por naturaleza, buscan y encuentran soluciones diversas, ven los obstáculos de diferente manera. Para ellas una barrera no es un obstáculo sino una plataforma para tomar impulso.


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sábado, 22 de enero de 2022

¿Qué habilidades blandas debe tener un buen gerente?

                                  

Todo directivo debe desarrollar habilidades blandas para liderar con eficacia a sus equipos de trabajo y las organizaciones. Estas son las 10 habilidades que debe tener un gerente.

A diferencia de las habilidades duras de un gerente, que se identifican con el conocimiento académico, las habilidades blandas de un gerente están relacionadas con las capacidades personales y de interrelación con los demás, las cuales son usadas para alcanzar los objetivos trazados por las organizaciones.

Estas habilidades duras y blandas de gerente general son herramientas necesarias para ejercer una gestión efectiva, dado que los resultados de la empresa dependerán en buena cuenta de cómo es su capacidad de relacionarse y comunicarse con los equipos internos y otros stakeholders.

Guiar, inspirar, comunicar y otras destrezas ligadas al campo humano harán que un gerente marque la diferencia no solo en su empresa, sino también en la sociedad en la que se desarrolla. Lo técnico muchas veces es el medio para corroborar la habilidad blanda, como ocurre con los compromisos comerciales, por ejemplo.

¿Cuáles son las habilidades blandas de un buen gerente?

A continuación, presentamos las competencias o habilidades blandas de un gerente más demandadas en el mercado laboral:

1. Liderazgo

No todos los que dirigen influyen positivamente en los demás. Las empresas son creadas e integradas por personas y están hechas para resolver los problemas de las personas. El líder es aquel que persuade, favorece el consenso y trabaja en equipo.

Estos conceptos refuerzan una de las tres dimensiones que debe tener siempre presente un gerente en su actuar: la unidad. Este criterio se refiere al uso de las capacidades estratégicas y ejecutivas para satisfacer tanto mis necesidades profesionales como la de mis colaboradores, lo que conlleva a la identificación conjunta, que es la base de la continuidad de la empresa en el tiempo.

2. Empatía

Lleva al gerente a colocarse en la posición de la otra persona. Un directivo empático, que hace uso del respeto y la consideración, sabe mandar; es decir, pide adecuadamente las cosas. Además, fomenta una buena relación a largo plazo con sus equipos.

3. Gestión de conflictos

Una organización reúne a múltiples generaciones, diversas tecnologías y hasta diferentes culturas, todo en el marco de un mercado que cambia constantemente. Esto genera una gran variedad de prioridades, estilos de trabajo y preferencias de comunicación, lo que puede conllevar a desacuerdos entre los miembros de un equipo.

Frente a esta situación, un gerente debe ser asertivo y estar abierto a escuchar a todas las partes para entregar su feedback o retroalimentación de manera amable. Esto resulta clave para la resolución de conflictos laborales, así como para la toma de decisiones.

4. Manejo de crisis

Un gerente debe ser capaz de gestionar las crisis organizacionales cuidando los intereses de la empresa y de los empleados, aplicando toda su creatividad para detectar otras alternativas que protejan el empleo de sus colaboradores, construyendo lealtad en ellos.

5. Comunicación

La comunicación escrita y verbal ha sido siempre una parte importante del trabajo. Hoy, con la creciente adopción del teletrabajo, los gerentes deben tener la capacidad de dar a conocer sus ideas e inquietudes de manera que sean entendidas por todos. Sus colaboradores, asimismo, deben sentir que cuentan con un superior que atiende sus necesidades en todo momento.

6. Generación de confianza

El buen gerente fomenta la confianza diariamente pues sabe que es la base del desempeño individual y colectivo. Además del cultivo de las buenas relaciones, la confianza se expresa en la delegación de tareas: es una muestra de que creemos en nuestros colaboradores. El directivo que logra obtener la confianza de su equipo y de sus clientes ganará, a largo plazo, lealtad, lo que incrementará la productividad del equipo.

7. Fortalecimiento de la cultura de la empresa

Esta habilidad blanda es la que los gerentes deben considerar como una competencia de primera línea. Consiste en la capacidad de contribuir con la construcción de la cultura organizacional a fin de alcanzar el éxito del negocio.

8. Inteligencia emocional

Es importante que el gerente sepa mantener una fortaleza mental para dirigir proyectos a gran escala y bajo presión. Asimismo, debe contar con habilidades emocionales: saber interpretar las emociones y sentimientos de sus trabajadores para apoyarlos y conducirlos al éxito de sus proyectos.

9. Creatividad

Esta habilidad blanda es necesaria para el desarrollo de iniciativas o proyectos que rompan el esquema o modelo establecido de la empresa, ya que la competitividad del mercado así lo exige.

10. Resiliencia

Ante un mercado dinámico que cambia constantemente, la transformación profesional se vuelve necesaria. Un gerente debe ser flexible y capaz de reinventarse para responder a los nuevos escenarios. Esta es una facultad mucho más necesaria en situaciones de crisis como la que vivimos hoy en día con el coronavirus.

Cuando el entorno aprieta, la primera tentación es tirar por la borda todas las declaraciones de buenos principios y, para reducir costos, acudir al fácil recurso del despido. Son excelentes las empresas que superan los problemas del entorno protegiendo a su gente hasta el máximo posible.


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